La Gestión de Mantenimiento se ocupa de evitar y revertir, en la medida de lo posible, los efectos de desgaste por uso y por el paso del tiempo en los activos físicos de la organización.
De este fin se desprenden cuatro objetivos fundamentales:
En tal sentido, la gestión de mantenimiento es responsable de definir y asignar las tareas, almacenar y organizar toda la información esencial sobre los activos físicos y colocarla a disposición del equipo de trabajo. Así mismo, controla la ejecución de las tareas y garantiza el cumplimiento regular y programado de las actividades relacionadas al cuidado de los activos físicos.
La gestión de activos físicos y la gestión de mantenimiento son actividades interdependientes, por lo que a menudo pueden llegar a confundirse debido a que comparten tanto la responsabilidad por la confiabilidad de los activos, como el objetivo de generar valor a la organización. Sin embargo, se trata de dos disciplinas diferentes.
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